Una de las miles de cosas buenas que tiene el verano es que puedes dormir con la ventana abierta. Me encanta hacerlo, porque estoy en mi cama, en medio de una calle de un barrio del segundo país más ruidoso del mundo... y sólo oigo las hojas de los árboles y el agua de los aspersores (y algún que otro coche pasando tímidamente)... y entra un aire fresquito... y todo parece tan tranquilo que creo que despertaré en una hamaca de alguna cala perdida en el Mediterráneo.
Por la mañana, me despierto en medio de una ciudad en el segundo país más ruidoso del mundo, con el afilador paseando por las calles, coches con prisa y niños gritando por las calles. Pero no es una decepción, porque sólo me acuerdo de las tranquilas noches cuando estoy sumergida en ellas.
Es uno de los mejores negocios que he encontrado en esta ciudad.
Esta es la banda sonora de mis noches de verano:
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