Las lenguas populares cuentan que hace muchos, muchos, muchos años un rico hombre decidió escapar del mundanal ruido, y se estableció en el valle del río Jerte. Se casó con una mujer a la que quería más que a nada, pero ella echaba de menos las montañas de su natal Granada.
Por ver sonreir a su mujer, el poderoso hombre mandó cubrir todo el valle del río Jerte con cerezos que, al florecer en primavera, simularían la nieve de las montañas granadinas.
Desde entonces, cada año miles de personas esperan impacientes para ver la maravilla de los cerezos en flor del valle del río Jerte.
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